Orden y riesgo geopolítico contemporáneo: una reflexión metodológica desde Iberoamérica

Autor: Julio Burdman

Doctor en Ciencia Política (Instituto de Estudios Políticos de París)
Profesor de Geopolítica de la Universidad de Buenos Aires
Director de Laboratorio de Investigación en Geopolítica Argentina (LIGA)
Director de Isasi & Burdman Consultores
julioburdman@derecho.uba.ar

En la segunda mitad del siglo XX, el análisis del entorno político ha sido un componente cada vez más relevante de las calificaciones de riesgo financiero, comercial y de operaciones que han utilizado bancos, firmas aseguradoras, organismos multilaterales y otros agentes que administran créditos. La tarea ha consistido en evaluar el tejido político de los activos financieros, proyectos de inversión directa y casi todo tipo de operación que requiriese calcular garantías de pago y probabilidades de incumplimiento. Se aplicó tanto a la deuda y los compromisos que emiten los estados, como a las empresas privadas, bajo premisas muy similares: toda organización gestiona incertidumbres.

En general, el análisis de riesgo debe estimar tanto la capacidad como la voluntad de pago de una organización. Y se ha considerado que la estimación de la capacidad de pago es dominio del analista económico, mientras que de la voluntad se ocupa principalmente el analista político. Por ejemplo, si hablamos de un título de deuda soberana, el analista económico debe calcular si el estado emisor está en condiciones de cumplir con los compromisos asumidos -reservas disponibles, ingresos previstos, perspectivas de crecimiento y otros indicadores macro- y el político deberá observar todos los factores que pueden interferir entre dicha capacidad material y la decisión de honrarla en tiempo y forma. Se ha considerado también que la dimensión de las capacidades es cuantitativa, universalizable y requiere datos de calidad, mientras que la cuestión de la voluntad es cualitativa, tiende al particularismo y se basa frecuentemente en información reservada.

Esta diferencia de objeto y abordaje ha generado tradicionalmente una suerte de tensión entre economistas y politólogos dentro de “la cocina” de un índice compuesto de riesgo: los indicadores macroeconómicos están estandarizados internacionalmente, suelen ser públicos y tienen series de tiempo con números contrastables, mientras que los análisis políticos se basan en un conjunto de variables muy amplio, que se estudian con diferentes métodos y modelos y que, además, cambian con el tiempo y lugar. Y, para colmo, además de pecar de “incoherencia” (Janbaz et al. 2022), solían ser determinantes del resultado final de la estimación. A esta división disciplinar y de tareas entre el análisis económico de la capacidad de pago y el análisis político de la voluntad de pagar, se le sumaba otra noción, que es controvertida y sobre la que volveremos más adelante: que el riesgo económico es endógeno al contrato, mientras que el riesgo político sería un factor exógeno, lo que planteaba una división artificial entre política y economía en un mismo proceso decisorio.

A estos problemas, ya del siglo XX, que generó en los bancos y las aseguradoras la incorporación de la variable política al análisis integral del riesgo crediticio y de inversión, en los últimos años se le agregó el viraje hacia la noción de riesgo geopolítico que se propone tanto desde la investigación académica y de política pública (v.g. Caldara & Iacoviello 2022, Engle & Campos-Martins 2020) como desde la banca privada y la consultoría de empresas (v.g. Haider et al. 2023). Según Caldara & Iacoviello (2022, 1194), la noción de riesgo geopolítico fue incluida tanto por el Banco de Inglaterra como por el Banco Central Europeo, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, y se basa sobre todo en la estimación de los efectos adversos de “eventos geopolíticos” de alto impacto en las relaciones económicas internacionales: guerras, ataques terroristas, tensiones entre estados y actores políticos. En la misma línea, Engle & Campos-Martins (2020, 2) hablan de “shocks de volatilidad” en los mercados financieros producidos por eventos que definen como geopolíticos, y cuyo alcance amplían a desastres naturales originados por el cambio climático, pandemias, guerras comerciales, ciberataques, y todo otro suceso que pueda tener impacto financiero global (mencionan, por ejemplo, la votación del BREXIT en 2016). Lo geopolítico aparece definido como una escala: algo que sucede en el nivel global, y que impacta en los otros niveles.

En estas perspectivas, el “nuevo” riesgo geopolítico no sustituye al riesgo político convencional, que pertenece al ámbito de la economía política nacional, sino que es complementario y multiplicador. La observación de estos eventos de volatilidad financiera global agrega nuevas variables a la matriz analítica. Pero cabe preguntarnos si la tendencia a la observación de los nuevos riesgos es incremental, o si acaso forma parte de una historia de transformaciones. Traducido a la caja de herramientas del analista: ¿estamos sumando más y nuevos riesgos, o va cambiando la forma en que los concebimos y percibimos, en un marco de transformaciones del orden global?

Orden geopolítico y análisis de riesgo soberano

En los albores de la guerra fría, el evento de riesgo más temido en Iberoamérica era el advenimiento de una revolución política, a la cubana, que produjese una cesación general de pagos en el marco de un cambio radical de régimen económico. Por eso, el método consistía en conocer de cerca al objeto de estudio para poder responder cabalmente a esa pregunta determinante.

Décadas después, ya en los años 90, el análisis de riesgos no se ocupaba tanto de estas hipótesis, cada vez más improbables, de cambio de régimen, y refinaba el análisis de las dinámicas institucionales, la gobernabilidad económica, la conflictividad social o los conflictos de poderes en las nuevas democracias.  Sin duda, un analista de riesgo político que en 1996 solo observara la probabilidad o no de que sobreviniese una revolución comunista estaba desactualizado. En la posguerra fría, aunque la posibilidad de una revolución o cambio de régimen no debía ser totalmente descartada, estábamos ante algo sustancialmente distinto. La preocupación del análisis de riesgo político había virado de la cuestión de la inestabilidad radical del régimen, propia de la guerra fría, a la gobernabilidad dentro de regímenes políticos relativamente consolidados, que funcionaban como parte de una economía política global caracterizada por el liderazgo estabilizador de Estados Unidos. Por esa razón, el análisis de riesgo político que adoptaron los grandes bancos y organismos internacionales estaba más orientado a entender detalladamente el entorno institucional de las nuevas democracias iberoamericanas, africanas y euroasiáticas, mercados emergentes que habían experimentado transiciones recientes y que eran diversas en materia de legalidad, estatalidad y cultura política.

Por lo tanto, no estábamos únicamente ante una ampliación de la matriz de indicadores y observaciones de riesgo. El peso relativo de las variables a analizar había cambiado, como consecuencia de una transformación del orden geopolítico global. Y hoy probablemente estamos ante un escenario de características similares.

Epistemológica y ontológicamente, los modelos de análisis de riesgo político que estudian los diferentes entornos institucionales (es decir, nacionales) de los mercados pertenece a un mundo dominado por la economía política internacional (EPI). Una EPI competitiva y conflictiva, y atravesada por las carreras geoeconómicas entre poderes, pero aún caracterizada por reglas comerciales compartidas, las aspiraciones de los organismos internacionales y regionales de regular las relaciones financieras y de inversión, y el compromiso de los principales gobiernos del mundo con dichas reglas. En buena medida, lo que evaluaban los modelos de análisis de riesgo político de la posguerra fría era la forma en que estados soberanos y grandes empresas se adaptaban a ese entorno de reglas.

Sin embargo, el mundo del 2025 luce cada vez más distinto de aquél. La intensificación de la competencia geoeconómica entre potencias y el ascenso de los nacionalismos en Estados Unidos, Europa y otros grandes actores crea nuevos modelos de soberanía en el orden geopolítico global.

En mi opinión, y tal como ocurrió en la posguerra fría, la aparición de estos primeros modelos analíticos de riesgo geopolítico antes mencionados no son una simple ampliación de la matriz de variables. Más bien, pareciera tratarse de los primeros intentos conceptuales de dar cuenta de que estamos ante otra transformación del orden geopolítico global. Y esto va a demandar modelos analíticos acordes. La sola idea de que hay eventos geopolíticos (es decir, de la escala global) generadores de volatilidad financiera internacional admite que las fuentes de riesgos que más preocupan no están en los entramados político-institucionales de las economías emergentes, sino en el propio cambio de orden. No podemos seguir considerando como factores de riesgo político a las gobiernos que cambian marcos regulatorios, aplican barreras arancelarias o para-arancelarias o desoyen recomendaciones de la OCDE, cuando quienes hacen eso son las potencias globales en el marco de una transformación del orden geopolítico. En la misma línea, el BREXIT, el conflicto ruso-ucraniano o la guerra tecnológica y comercial entre Estados Unidos y China tampoco deben ser considerados como eventos que impactan exógenamente en la economía política internacional, porque son decisiones geopolíticas que toman los líderes de las grandes potencias en el marco de las transformaciones en el orden global. Por eso, el análisis de riesgo debe aprender un poco más de los modelos viejos: en un mundo más politizado y polarizado, hay que evaluar más robustamente a la política y el conflicto de poder como riesgo.

Un enfoque más clásico para analizar los riesgos geopolíticos contemporáneos

Partiendo de la premisa de que volver a mirar al riesgo geopolítico como factor de impacto es un acierto, la propuesta es profundizar un poco más en su significado. La geopolítica es más que un evento de impacto desde la escala global: es un objeto de estudio, y un enfoque para comprender la construcción del espacio político. Y que es particularmente útil en contextos de cambio, como el actual.

Los estudios del riesgo soberano, comercial y de operaciones tienen que aprender de los métodos de la geopolítica contemporánea, ya que su enfoque se distingue de los modelos deterministas de la primera mitad del siglo XX, y se concentra en la dimensión social de la política internacional (Burdman & Cabrera 2021). La innovación del enfoque geopolítico contemporáneo ha sido el estudio de los códigos (Fllint) y las orientaciones geopolíticas (O’Loughlin, & Total 2022), los modelos y representaciones del mundo (Agnew 2005), y el análisis del conflicto de poder territorial (Lacoste 2009). Además, es un enfoque particularmente interesante para estudiar los comportamientos de las grandes potencias, y las disputas por recursos naturales, mercados y tecnologías.

Todos los enfoques y métodos de la geopolítica del siglo XXI apuntan a reconstruir algo que se fue perdiendo en los análisis de riesgo político de las últimas décadas, que se concentraron excesivamente en el análisis institucional detallado y econométrico de pocas variables, y fueron descartando la evaluación integral y cualitativa de muchas variables. Precisamente, en un mundo de cambios, donde hay nuevas fuentes de riesgo político para los activos financieros y los proyectos de inversión en las decisiones transformacionales que pueden tomar los gobiernos en un contexto global de polarización, los bancos y las aseguradoras deben estudiar en profundidad las sociedades y culturas, la dinámica social de los liderazgos populistas, o las alianzas estratégicas cambiantes entre estados y regiones. Para responder preguntas como las siguientes: ¿cuáles serían las consecuencias de que Turquía o Indonesia ingresen al BRICS+, o que en Corea del Sur o Francia se elijan presidentes nacionalistas que quieran salirse de sus respectivos procesos de integración regional? ¿Qué piensa hacer Donald Trump para cumplir su promesa de fortalecer el dólar en la economía mundial? ¿Qué impactos tendría para Europa un acercamiento entre Trump y Putin? Para estimar el riesgo geopolítico en un mundo que plantea este tipo de incertidumbres, y que no puede garantizar la estabilidad de los cálculos de riesgo derivados de la EPI de la posguerra fría, se necesitan analistas de riesgo con competencias para responder preguntas así. Que requieren una comprensión cualitativa, exhaustiva y multiescalar de las políticas de los estados y otros actores con poder global.

Asimismo, los nuevos analistas de riesgo político con enfoque clásico deben manejar las nuevas técnicas de investigación cualitativa, porque necesitan responder preguntas cada vez más complejas, pero no tienen tanto como sus predecesores de hace 50 años. Por eso, es necesario que, además de conocer sus objetos de estudio, manejen técnicas de inteligencia de fuentes abiertas, encuestas de expertos, análisis documental con IA… y que entrenen sus capacidades analíticas.  En este contexto cobran especial importancia las encuestas de expertos e inversores para estimar riesgos, impactos y estimaciones prospectivas, ya que son métodos muy útiles para condensar conocimientos dispersos entre múltiples actores, incluyendo las propias redes de clientes de las organizaciones, y producir así evaluaciones o estimaciones de temas complejos en un modelo de red.

A modo de conclusión

El mundo del siglo XXI experimenta una recuperación de la noción de geopolítica, tanto en sus estrategias exteriores como en sus debates teóricos y públicos. Y esto ha llegado también al campo de los estudios de riesgo financiero, comercial y de operaciones, donde diferentes autores e instituciones de referencia proponen, o demandan, modelos de riesgo geopolítico para evaluar la volatilidad financiera global. En general, al riesgo geopolítico se lo ha definido como el conjunto de eventos de escala global que tienen impacto en los activos financieros internacionales. Pero en este artículo proponemos ir más allá en la caracterización. Más que eventos geopolíticos, lo que atraviesa a nuestra política internacional son las prácticas geopolíticas de los grandes estados y actores con poder, que son quienes están operando transformaciones en la escala global. Por eso, más que desarrollar técnicas cada vez más refinadas para estimar los impactos de los eventos geopolíticos (globales), la propuesta que se esboza en este texto es que los bancos, consultoras, organismos multilaterales y aseguradoras recuperen la tradición clásica del estudio del riesgo político, más orientados al estudio cualitativo y exhaustivo de los actores con poder que condicionan los valores financieros internacionales. En ese marco, la sugerencia es profundizar en los métodos de la geopolítica contemporánea, sobre todo en lo que respecta al análisis de los conflictos y la codificación geopolítica, y el uso de las encuestas de expertos para establecer indicadores compuestos de riesgo de inversión. El mundo del 2025, con sus polarizaciones, alineamientos en bloque, competencias geoeconómicas intensas y alianzas estratégicas vinculantes se parece poco al de finales del siglo XX, cuando fueron concebidos los modelos actuales de análisis de riesgo político. Junto con el mundo, también tienen que cambiar nuestras formas de entenderlo.

Referencias

  • Agnew, J. (2005). Geopolítica: una re-visión de la política mundial. Editorial Trama
  • Burdman, J., & Cabrera-Toledo, L.-. M. (2021). Ciencia Política, estudios internacionales y geopolítica latinoamerican(ist)as: diagnóstico crítico de un diálogo inexistente. URVIO. Revista Latinoamericana De Estudios De Seguridad, (30), 8–21. https://doi.org/10.17141/urvio.30.2021.5049
  • Caldara, D. & Iacoviello, M. (2022). Measuring Geopolitical Risk. American Economic Review, 112(4): 1194–1225. https://doi.org/10.1257/aer.20191823
  • Engle, R. & Campos-Martins, S. (2020). Measuring and Hedging Geopolitical Risk. NYU Stern School of Business Forthcoming. http://doi.org/10.2139/ssrn.368521
  • Flint, C. (2021). Introduction to Geopolitics. Routledge
  • Haider, Z. et al. (2023). Geopolitical resilience: The new board imperative. McKinsey / Commentary. https://mck.co/3OOcVES  
  • Janbaz, M., Kabir Hassan, M., Floreani, J., Dreassi, A. & Jiménez, A. (2022). Political risk in banks: A review and agenda. Research in International Business and Finance, 62(2):101713. https://doi.org/10.1016/j.ribaf.2022.101713.
  • Lacoste, Y. (2009). Geopolítica: la larga marcha del presente. Editorial Síntesis.
  • O’Loughlin, J., & Toal, G. (2022). The geopolitical orientations of ordinary Belarusians: survey evidence from early 2020. Post-Soviet Affairs, 38(1–2), 43–61. https://doi.org/10.1080/1060586X.2022.2030126
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