Panorama económico global (4º trim. 2019)

Autor: MAPFRE Economics

Síntesis de conclusiones del informe:
MAPFRE Economics
Panorama económico y sectorial 2019: perspectivas hacia el  cuarto trimestre
Madrid, Fundación MAPFRE, octubre 2019

Se reafirma la percepción de que la economía global se enfrenta a una situación reflejada en indicadores que muestran correcciones acumuladas desde finales de 2018, y que se asemeja a la vivida hace una década con la salvedad de que estas expectativas aún no se han trasladado plenamente a consumidores y al sector servicios, y que aún no se aprecia una señal de contracción a nivel global.

La economía mundial se mantiene estable pero claramente se desacelera. Para el período 2019-2020, se espera un crecimiento global promedio cercano, pero inferior, al 3%; cifra manifiestamente inferior a la registrada hace dos años, pero lejos todavía de la cifra que comúnmente se asimila a una recesión global (por debajo del 1%). No se espera una gran aportación por parte de los países desarrollados, que crecerán en el entorno del 2% o menos, a este crecimiento. Serán los países emergentes quienes aporten una contribución más significativa, creciendo en el entorno del 4,3% ambos años, gracias a unas condiciones financieras más benignas, cierto margen para la implementación de políticas de estímulo fiscal, y una mejora en los términos de intercambio.

En el actual contexto de la economía global, las señales de advertencia de una posible recesión abundan y ésta puede considerarse ya como una posibilidad. De presentarse, probablemente aceleraría muchas de las tendencias geopolíticas que han definido los últimos cinco años, incluyendo el creciente nacionalismo y proteccionismo, un sistema internacional cada vez más fracturado y el resurgimiento de las barreras comerciales formales e informales. Además, Un factor de riesgo clave para la economía mundial en el actual contexto es la variedad de disputas comerciales internacionales en curso.

La guerra comercial, o el cambio abrupto y mal negociado de las relaciones comerciales, constituye una pieza central, considerando que la intensidad de las disrupciones comerciales será el elemento modulador de la desaceleración que se prolongará hasta finales de 2021. Destaca la guerra comercial entre Estados Unidos y China, aunque comienzan a aparecer señales de alerta de conflictos comerciales entre Estados Unidos y la Unión Europea, al igual que entre Japón y Corea del Sur. Esto nos lleva a pensar que el estilo de política comercial y exterior de la administración Trump podría estar extendiéndose, dislocando el orden comercial establecido hasta el momento y obligando a los agentes económicos a una adaptación continua ante medidas proteccionistas y restricciones arbitrarias impuestas por políticas que buscan respuestas inmediatas sin considerar los efectos a largo plazo.

El entorno anteriormente descrito es tanto más preocupante cuanto que las entidades financieras y los reguladores disponen de instrumentos muy limitados para enfrentar los efectos de una brusca y acusada bajada de la actividad económica. Hace poco se consolidó la renovación acomodaticia de la política monetaria global con las decisiones tomadas tanto por la Reserva Federal como por el Banco Central Europeo, secundada por un elevado número de bancos centrales en el mundo. Si bien es cierto que este giro ayuda a contener los riesgos financieros derivados de la deuda de muchos países, también comienza a cristalizar el consenso de que la situación actual tiene difícil solución. Los efectos de la política monetaria son cada vez más limitados y el tipo de interés promedio del G7 es inferior a 1%, lo que le sitúa muy cerca del Zero Lower Bound, el cual actúa como asíntota en los tipos a partir de la cual se incentiva al ahorro monetario con motivo precaución antes que al crédito y a la inversión. No solo esto, sino que los tipos de interés tan bajos tienen efectos perniciosos en el negocio de transformación de plazos de la banca, en el crédito y en la capacidad de remunerar a los inversores del sistema financiero no bancario (aseguradoras, por ejemplo).

Ante este panorama comienza a generalizarse la opinión de que la única salida de política económica viable es una expansión fiscal agresiva. Esta estrategia podría beneficiarse de los bajos tipos de interés y de los elevados multiplicadores fiscales que tanto países desarrollados como emergentes tienen hoy por hoy, o bien sustentarse o complementarse con una estrategia de políticas públicas para amplificar la intermediación de ahorro. No obstante los gobiernos todavía se muestran reacios a asumir esa responsabilidad.

La confianza económica mundial es lo suficientemente débil como para que una o más perturbaciones puedan tener efectos bruscos y disrupciones en los mercados financieros, la demanda de los consumidores o en la inversión; transformando así la desaceleración en una recesión.

El balance de riesgos es ligeramente al alza. Se reiteran como riesgos existentes: la gobernanza de la Eurozona, que parece aumentar; el riesgo derivado de la política económica en Estados Unidos, respecto al cual se identifica una menor probabilidad; el ajuste macro financiero en China y el riesgo derivado de los niveles de apalancamiento globales, manteniéndose estos dos últimos invariables. Además de estos riegos, introducimos uno nuevo: las consecuencias que una potencial crisis geopolítica pudiese acarrear.

 

El análisis completo puede encontrarse en el informe Panorama económico y sectorial 2019: perspectivas hacia el cuarto trimestre, elaborado por MAPFRE Economics y que se encuentra disponible en el siguiente enlace:

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